A veces en la sala de espera de un analista ocurren cosas insólitas.
El viernes pasado fue una de esas veces. Miller, que estos días estaba haciendo esperar a sus analizantes más tiempo de lo acostumbrado, apareció en la puerta de la sala de espera para advertir que tenía que ausentarse de la consulta. Algo importante en relación con el encarcelamiento de Rafah Nached podía producirse de un momento a otro. “Volveré en diez minutos”, dijo.
Conmoción en los pobladores de la sala de espera: ¿qué debía estar ocurriendo? Uno miró su reloj, con prisa, otro miró hacia el techo, con hambre. Otros siguieron leyendo o conversando. Yo volví a mi ejemplar recién comprado de Vie de Lacan. A los pocos minutos, como anunciado, Miller retomaba el trabajo.
Cuando fue mi turno, después de la sesión, le pregunté. Al parecer, se estaba a punto de saber el nombre de la cárcel donde tenían tan injustamente retenida a Rafah. Hasta ese momento nadie había podido responder por ese dato. Cuando volví a subir, la sala de espera seguía llena. Era primera hora de la tarde cuando, de repente, Miller se asomó de nuevo y se excusó por las largas esperas, diciendo que estaba pendiente de una comunicación importante sobre el caso Nached que quizá se recibiría de forma inminente…
Casi sin que tuviéramos tiempo de reaccionar, a los pocos minutos, Miller entró de nuevo anunciando que ya sabían la cárcel donde encerraban a Rafah: “¡quizá incluso podamos llegar a saber el número de su celda!”. Estupefacta, la pequeña tribu de la sala de espera se encontró conmovida por un movimiento de alegría. La consulta de ese día terminó ahí y cada uno quedó emplazado a una nueva cita a partir del lunes.
Después de desearle con todas mis fuerzas un “¡Buena suerte, Miller!”, me alejé de la rue d’Assas con el ejemplar de Vie de Lacan doblado en mi bolso. Me iba contenta, pensando que desde luego este hombre sabe mucho de Lacan, pero que la lección impagable de ese día había sido darme cuenta de lo mucho que sabe y de lo mucho que le importa la otra parte del título, la parte de la vie.
Gracias, Miller, por guiarnos a todos por ese camino.

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